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30 de junio de 2011

FELIZ CUMPLEAÑOS, CHICAGO DE MI VIDA


Ese amor incondicional que siento por vos, hoy, que cumplís 100 años, hace que uno a uno comiencen a florecer los recuerdos, las vivencias, las historias que compartimos juntos, las que viví a través del relato de mis mayores, los que iniciaron el camino por donde luego transité yo. Nueva Chicago sos vos, soy yo, somos todos hermanados en el verde y el negro

Tengo frente a mí lo que para muchos es un simple pedazo de madera de 10 centímetros por 15. Para mí es sentimiento puro de pensar todos los que alguna vez lo pisaron, saltaron sobre él, o como yo, aquella vez del golazo de tiro libre del Tití Loyarte a Gimnasia La Plata, en el ‘81, me caí en el festejo y desde el tablón mismo seguí el grito extasiado.

Una camiseta puesta, otras al alcance de mis manos; revistas, recortes, hojas donde haya algo sobre vos, Chicago. Hoy quiero tener todo a la vista porque forma parte de mi vida a tu lado.

Tocalli, Otero, Alvarez, Bordón, Acastello; Loyarte, Mastromauro, Betucchi; Prioli, Marzona y Gagliardi repito siempre que nombro aquel equipo que seguí a todos lados en 1974. Solo, porque quien me había llevado a la cancha, mi primo Beto, ya casi no iba. Yo lo seguía haciendo más allá que a la vuelta, cuando mi vieja querida se daba cuenta que había ido a ver a Chicago, me pegaba. No me importaba, el dolor mas fuerte no eran los golpes, era no verte Chicago querido. Hasta que la vieja linda se dio cuenta que era imposible que dejara de ir y, con una mirada y sonrisa cómplice, acordamos que le pidiera permiso. Así fue, desde entonces, Verde querido, son muy pocas las veces que no estuve a tu lado y mirá que hubo partidos, que hubo distancias grandes que recorrer o canchas complicadas donde ir. Hoy es hermosos ver tanta gente, pero hubo épocas que éramos muy pocos, te acordás Chicago, yo tengo el orgullo de haber estado allí también.

De los grandes aprendí a escuchar nombres como Bassino, Lomiento, Ricardini, Vicente Castellanos, Campoccia, Stefanonni, Fulvio Condoleo; Un poco más acá el gran Pilo Calandria, Pleitavinos, Palito Vázquez, Julio San Lorenzo, Pomada Casanovas, el Nene D’Ascenzo. Ya en los ’60 me contaban del Gallego Pérez, el Ciego García, el Turco Salomón. Del Negro Dos Santos, de Koroch, Horacio Morales, de Hugo Zerr (rescato al jugador, al técnico, qué lastima el después), Angel Nicieza. Me hablaron mucho (y mal, de aquellas finales con Español).

Luego me tocó a mí vivir cada uno y todos los momentos desde allí. Y si, más allá que siempre hubo más de las fuleras, los buenos momentos los viví a pleno. Mi primera desilusión fue aquel partido con Unión. La primera de tantas, pero aunque fueron mucho más que las alegrías, lo mejor fue estar siempre a tu lado. También aquella vez, en el ’78, cuando Alte. Brown dejó de ser marino para hacerse vigilante y nos sacaron 5 puntos. Al año siguiente se siguió fortaleciendo la base y terminamos cerca. Aquí hago un alto, me detengo en el ’80, qué equipo por favor. Solo que ese año Sarmiento era imbatible más allá que le ganamos en Mataderos. Terminamos terceros, a 4 puntos de los de Junín y a dos de Atlanta.

Dije que las alegrías fueron menos, pero intensas. Sabés lo que fue volver a jugar en nuestra cancha en aquel 1977, contra Argentinos de Quilmes, el día de las redes naranjas y Tito Pezoa repartiendo un papel por toda la cancha que decía “por un partido de mierda, un barrio vino hasta acá, qué sería Mataderos, si nos vamos a la A”, porque ése era el sueño, la Primera División. Sin embargo, a pesar de todos los papelitos entregados de mano en mano, Ismael, cambió una letra y la cantó toda la cancha “de una botella de vino, metí la mano y saqué, los colores verde y negros, que jamás olvidaré”. Y es cierto, una vez que viste esos colores, a su gente (de entonces, qué orgulloso me sentía de mi hinchada), te enamorás.

Viniendo de Gerli, después de haber jugado con El Porvenir, en un camión jaula, con la punta de una madera cortaron un cable de alta tensión. Te juro que más de uno (y guapos de en serio) se cagaron. Cada cruce por la Puente La Noria era esperar que nos araran y la lotería de saber cuánto tiempo íbamos a tardar en salir, si salíamos. Nombre a la hinchada maravillosa que teníamos, me sentía cuidado y no yo solo, toda la gente y había que ir a la Isla Maciel a jugar con San Telmo, a Dock Sud, Quilmes cuando no había amistad. La Plata y aquel bosque, tantos lugares. Quiero detenerme en un nombre (y hombre) con el que siempre me identifiqué: El Ruso y cada vez que puedo abrazarlo le demuestro el afecto que siento por él, ya que muchas veces, cuando chico, entraba a la cancha de su mano. Si todavía me acuerdo de aquel partido contra Quilmes y la situación en la Sastrería Nueva Chicago, la que estaba frente a la cancha.

Son tantas las cosas, Chicago querido que tengo que contarte, que necesitaría la misma vida que viví a tu lado para escribirlo. Gracias Chicago, porque aquel pibe que fue creciendo en tus tribunas, hoy, un hombre que pisa las 5 décadas, me siento moldeado por vos, por tus historias, por tu vida, que es mi vida.

Una vez más mi eterno agradecimiento a mi vieja hermosa por haberme hecho llegar a la vida en el Hospital Salaberry, en Mataderos, mi barrio amado y entonces, una vez más, con toda las voz que tengo quiero decir “QUE LO SEPA, QUE LO SEPA EL MUNDO ENTERO, LO MEJOR QUE HIZO MI VIEJA FUE PARIRME EN MATADEROS”

Julio Cordara